Pisteando por Bali: I parte.

pisteando baliDurante los años 20, Holanda comenzó una campaña para promover Bali como destino turístico, y desde ahí no ha parado de crecer, convirtiendo a la isla en el original paraíso tropical de Asia, mucho antes que Tailandia siquiera se llamara de esa manera. Estábamos en Denpasar, la principal ciudad de la isla. El sol dejaba sentir toda su fuerza , y la gran masa de automóviles, con sus ruidos y gases, solo hacia más incómodo el caminar por las calles con las mochilas. Habíamos decidido ir a Ubud: una pequeña ciudad en la zona centro-sur, el epicentro de la cultura balinésica y supuestamente algo mas “alternativa” y tranquila que Kuta, el foco más grande de turistas en la isla. Tomamos un “Bemo”, una pequeña y furibunda furgoneta adaptada para movilizar gente, la cual nos dejo a la deriva a medio camino. Tras largo rato sentado a la sombra de un taller de carpintería, un hombre que circulaba en su camioneta aprovechó de ganarse unos pesos extra y ofreció llevarnos hasta Ubud. La negociación fue dura (como es la tónica general en Asia), pero finalmente estábamos en camino, y ahora solo debíamos buscar un lugar que llamar “Hogar” por los próximos días.

Bemo en Denpasar.

Bemo en Denpasar.

Con un gran comercio que incluye marcas de gran renombre mundial, innumerables asiáticos de paises desarrollados con su cámara al cuello, restaurantes, y alojamientos, Ubud hace ya mucho que dejo de ser el pueblo “hippie” que era hace varias décadas, sin embargo conserva una atmósfera diferente; todo parece ser lento, tranquilo, hay menos autos y más buena onda. Con todo lo anterior, alejándose de la principal calle turística (la llamada “monkey forest road”), escabulléndose entre los callejones y calles laterales es posible encontrar comedores y alojamientos a precios hasta un 100% más baratos que en los lugares turísticos. En si la ciudad no es tan llamativa: hay un par de espectáculos culturales que se realiza todas las noches pero eso sería lo principal en términos de atracciones, sin embargo para nuestro plan era perfecto: con su ubicación central, Ubud sería el lugar perfecto para recorrer la isla en moto, y con su calma sería ideal para descansar y relajarse durante la noche.
camino por bosque repleto de macacos en Ubud.

camino por bosque repleto de macacos en Ubud.


Nuestro primer movimiento, conseguir una motoneta, esta vez una flamante Honda cuyo poder no se veía opacado por su color rosado fuerte. Nuestro primer viaje, Kuta, habíamos escuchado tantas opiniones contradictorias que queríamos conocerlo. Nuestra peor idea, comprar un mapa rutero, la amabilidad de la gente fue suficiente para encontrar el camino a nuestro destino. Ibamos pisteando por la carretera, y cada vez el tráfico volvía a ser más pesado, había que ir atento pues el flujo de camiones, autos y motos era abrumador, no por nada diariamente mueren 2 o 3 personas en accidentes automovilísticos en la isla, asi que todos los sentidos iban alerta. De repente, en 100 metros pasamos tres restaurantes de comida rápida ultra conocidos, luego un outlet de ropa surfera, y así comenzamos a acercarnos a Kuta. Pensábamos que encontraríamos algo como Koh pangan, sin embargo resultó ser mucho más producido. Malls, marcas internacionales por doquier, hoteles de lujo, incluso un Hard Rock Café; un resort vacacional a nivel internacional, con todos los lujos propios del mejor lugar turístico, pero cuya playa dejaba mucho que desear, pues era correntosa, con viento y poco apta para bañarse (quizás era solo el día, pero quien sabe); algo similar a lo que pasa con Reñaca en nuestro país, en el sentido de ser un lugar muy cotizado pero a la vez con una playa que en sí resulta poco atractiva.
Rotonda en Denpasar.

Rotonda en Denpasar.

Todo lo que decían de Kuta era verdad, un lugar muy turístico, atractivo, muy fiestero, pero caro, ideal para ir de vacaciones por una o dos semanas, especialmente si eres australiano y te cuesta muy barato llegar hasta aquí. Ya de noche, la vuelta a Ubud fue toda una aventura acompañada a cada momento por una tormenta eléctrica que se había desatado a lo lejos y que por suerte nos alcanzo solo cuando habíamos logrado dar con nuestro pueblo, luego de horas de deambular por los caminos de la isla.
En Bali, el 90% de la población es Hindú, pero se trata de una versión muy local, mezclada con animismo y tradiciones populares, lo que le da un estilo muy pintoresco a sus templos y estatuas, que poco tiene de similar con la arquitectura India.
Así fue como en nuestra poco intimidante moto llegamos al Tanah Lot, quizás el templo más popular de la Isla. Se trata de una roca oceánica a la que solo es posible ingresar con la marea baja,
Templo Hindú balinés.

Templo Hindú balinés.

es parte de una cadena de siete templos construidos a una distancia visible unos de otros y datan del siglo XV. El punto bajo como siempre es la alta comercialización del lugar; para llegar al templo es necesario flanquear pasillos llenos de comercio, construidos cuidadosamente para que no puedas evitarlos; todos llenos de souvenirs y bebidas a precios groseramente inflados. Lamentablemente no se puede subir al templo, pero es un lugar que no deja de ser atractivo y fotogénico.
Tomamos nuestra moto y nos dirigimos de vuelta a Ubud, pero en el camino nos detuvimos en otro lugar que merecía una visita: el Goa Gajah. Este templo que data del siglo XI, cuyo nombre significa “cueva elefante”, es justamente eso, una cueva. En sí la cueva no presenta nada espectacular más que las ofrendas que se dejan en las estatuas y su fachada, sin embargo los alrededores son un deleite para la vista, y el paseo por la pequeña colina cubierta por densa vegetación es impresionante. Al entrar al área del templo muchos vendedores se acercan y con mucha preocupación te informan que no es posible entrar al templo si no llevas tu sarong (una especie de falda que es necesario usar sobre la ropa para entrar a los templos). Antes de hacer cualquier cosa preguntamos sobre esto en la boletería, y para nuestra sorpresa te la prestaban gratis! Lo que decía el vendedor no era más que otra estafa de las muchas que abundan siempre en los alrededores de los templos, una lástima.
Tanah Lot.

Tanah Lot.


Ya era casi mediodía y aún queríamos ir hacia el norte de la isla. Hacia esas latitudes el clima se vuelve mucho más fresco, y el paisaje recordaba un poco a lo que se ve en los parques nacionales de la X región: una vegetación frondosa y agresiva que hacía parecer que los templos habían sido desde siempre parte del lugar. Queríamos llegar al verdadero imperdible de la isla: el Pura Besakih, o templo madre. Fue así como comenzamos a subir hacia el parque nacional «Bali Barat», cada vez, todo se volvía más rural; ya dejaba de verse la dinámica que caracterizaba a la parte sur de la isla, donde la cantidad de gente y poblados convertía al camino en prácticamente una sola gran ciudad. Ahora por varios kilómetros solo se veían arboles frutales y cafetales, y el aire era cada vez más fresco.
Entrada al Goa Gajah.

Entrada al Goa Gajah.

De pronto un lugareño nos hace parar en el camino y nos dice “Quedense acá un momento, esta la policía adelante…por mientras pueden pasar a visitar nuestra granja, tenemos cafetales y animales”. Algo dentro de nosotros nos hizo desconfiar inmediatamente de tan azaroso personaje, quien al ver que solo nos estacionamos afuera de su granja a fumar un cigarrillo sin intenciones de entrar, invento una llamada a su celular. luego de una actuación que resultó ser hasta cómica nos avisó que la policía ya se había ido. Habíamos perdido alrededor de quince minutos, los cuales más adelante nos costarían caro.
En el parque nacional la vista era espectacular. Un enorme volcán a orillas de un lago, el monte batur, era una postal impresionante, a cada momento era más evidente que estábamos en el anillo de fuego del pacífico, pues grandes campos de lava sólida se extendian desde las laderas del volcán, sin embargo unas funestas nubes oscuras se acercaban tragando rápidamente el volcán, por lo que decidimos seguir con nuestro camino, nuevamente gracias la gente que amablemente nos indicaba las direcciones.
Monte Batur.

Monte Batur.

Ibamos a medio camino cuando se desató la tormenta; goterones inmensos que hicieron que nos detuviéramos bajo un pequeño plástico olvidado entre unos árboles milenarios, y ahí nos quedamos, solos en el medio de un bosque por al menos una hora, mientras la lluvia mostraba toda su furia. Ya era muy tarde, no llegaríamos al templo, asi que decidímos volver a Ubud. El frio era mucho mayor de lo que podríamos haber esperado, y con el camino mojado no era posible volver rápido, por lo que nuestro retorno al hogar fue lento y sufrido. Luego de descansar (manejar una moto por varias horas nos dejó un terrible dolor de cuello) nos dedicamos a recorrer un poco los bares del pueblo. Todos muy tranquilos, algunos incluso con música en vivo. Con algo de pesar por lo del templo nos fuimos a acostar, esperando que los siguientes días trajeran consigo un mejor clima.

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