Rajhastan por tren.

20130113-123750.jpgPodrás recorrer muchas ciudades y estados diferentes, hermosos monumentos y lugares increíbles, pero ningún viaje por este país estará completo si no experimentas al menos una vez la atmósfera de un tren. Las estaciones son un punto común a las diferentes clases de viajeros y es quizás una de las experiencias más cercanas a la sociedad India que cualquiera; ya sea un turista, viajero o mochilero puede tener. Debo reconocer que hemos tenido dificultades. Nos confiamos con la experiencia que tuvimos al viajar en tren por China, pensamos que podíamos conseguir un pasaje, en el peor de los casos, para dos días después de comprarlo; lo que no contábamos era que la red ferroviaria más grande del mundo mueve a más de 20 millones de personas al día, y que el sistema no es de lo más eficiente.

El tren cuenta con un número limitado de asientos, pero una vez lleno aún te venden pasajes, sin embargo estos cupos van a «lista de espera»…la cual se debe checkear diariamente en la estación de trenes pues dependiendo de cuan «arriba» quedes es cuan rápido te puedes mover de un lugar al otro. Después de intentarlo dos veces en el sur y tras conocer a viajeros que llevaban cinco días esperando para las rutas aún más congestionadas del norte, tomamos la amarga decisión de organizar lo que restaba del país; aunque va contra el espíritu mismo del protocolo mochilero no podíamos darnos el lujo de perder tiempo y gastar más dinero del necesario. Pasamos toda una tarde en una agencia de viajes organizando nuestros trenes, y más de la mitad de ese tiempo se ocupó en hacer entender al agente que no queríamos arrendar un chofer privado, que no queríamos paquetes de viaje, que no queríamos resorts, y nuevamente que no queríamos a un chofer, pero finalmente salimos de ahí con un plan con algo de sentido: recorreríamos el Rajhastan por nueve días, con algunos trenes largos, otros cortos, y estancias de menos de un día en algunos lugares, pero a pesar de todo sonaba como una buena aventura.

Bikaner: la primera experiencia.

Todo comenzó de noche, nuestro tren partía desde la estación Rohilla en Delhi. Mi cuerpo me decía que algo andaba mal, las piernas estaban débiles y mi ánimo no era de los mejores, sentía que me estaba enfermando, pero al llegar a la estación el asombro me hizo olvidar un poco las señales de mi cuerpo. Las vías del tren plagadas de basura y heces, ratas corriendo, buscando comida como si no les importara la presencia humana; gente durmiendo en todos los rincones y un constante ir y venir de trenes cuyo mantenimiento parecía un tema olvidado hace ya varios años. Los trenes se anunciaban en inglés y en hindi acompañados previamente de aquella fanfarria que sonaba en las antiguas versiones de windows cuando uno ganaba el juego «solitario».

Mi hogar por nueve largas horas.

Mi hogar por nueve largas horas.

Encontramos nuestro tren, luego nuestro vagón, todo era oscuro pero llegamos a nuestras «camas»: una colchoneta llena de polvo que colgaba afirmada por unas cadenas, el techo oxidado, el piso con basura y cucarachas cuyo tamaño me hacía pensar que debían haber comido esteroides; una imagen que se repitió como una constante a lo largo de nuestros viajes en «sleeper class».
Bikaner fue un alternativo a la apartada ciudad de Jaisalmer, a la cual debimos sacar de la ruta debido a la lejanía. Nosotros queríamos ir por el safari en camello, y en esta ciudad se realizan a precios menos inflados que los de la turística Jaisalmer. Además la ciudad tenía un plus muy bien escondido: el templo de Karni Mata, un lugar donde el objeto de adoración y cuidado son las miles de ratas que viven y son alimentadas alegremente dentro del templo, una imagen no apta para débiles de estómago. A estas alturas ya ambos sufríamos del infáme «Dheli Belly», habíamos comido algo que estaba haciendo estragos en nuestro estómago.
Ratones comiendo en el templo.

Ratones comiendo en el templo.

Por suerte no nos perdimos de mucho, ya que fuera de lo anterior y de los más grandes rebaños de vacas que vi en toda la India, Bikaner no ofrecía más que cualquier otra ciudad del norte: polvo, calles congestionadas, algún templo y un «fuerte rojo» que a estas alturas empezaban a darme un poco lo mismo. Dejamos Bikaner con destino a Jaipur, la ciudad rosada, uno de los destinos más visitados en el circuito de la India.

Jaipur: Sin pena ni gloria.

Aunque intentamos ser precavidos, igualmente nos estafaron. Compramos cuatro pasajes en sleeper, pero misteriosamente esta vez, en nuestro segundo viaje, aparecimos registrados en los llamados «chair seat», un asiento duro para tres personas que vale algo así como la mitad de lo que habíamos pagado. Arribamos a las 5 am, y nuevamente cometimos un error: preguntarle la dirección del hostal a un taxista, quien amablemente accedió llevarnos al «lejano» hostal por un pequeño precio, pero que resultó ser un viaje de menos de diez minutos a pié desde la estación de trenes. Moraleja: salir de la estación para preguntar direcciones y negociar con un taxi o tuk-tuk. Luego de descansar unas horas decidimos salir a recorrer la ciudad, pues teníamos menos de un día antes de tener que tomar el próximo tren.

Calles del viejo Jaipur.

Calles del viejo Jaipur.

La parte vieja de Jaipur es una ciudad amurallada, completamente rosada y donde casi todo pareciera girar en torno al comercio. Un constante acoso de vendedores de joyas y otras cosas no nos dejaba de zumbar en el oído, pero a estas alturas ya eramos expertos en ignorar a cualquiera que no entendía a la primera. De todas maneras, más que el acoso, lo que me molestaba era la naturalidad y obviedad con la que todos intentaban abusar de los turistas; precios ridículamente inflados hasta diez veces más de lo que obtenías con un regateo que en condiciones normales era innecesario, taxistas que en vez de llevarte al lugar que les señalas te llevan primero a una tienda de joyas o ropa ya que ganan una comisión, y si no eres tajante y les dices que paren van a insistir una y otra vez hasta conseguir que compres algo. En una oportunidad la cosa se puso tensa con un taxista, él dijo que nos llevaría a ver joyas, a lo que respondí que no le pagaría lo acordado si lo hacía. Llegamos a destino, el precio eran 60 rupias, le pago con 100 y me devuelve 30, a lo que le respondo que falta plata que me de mis 10 rupias; él no quería, decía que habíamos dicho 70, pero al amenazarlo con que llamaría al policía que estaba a diez metros me las entregó, y más encima tuvo el descaro de preguntar si quería contratarlo por el resto del día. Finalmente 10 rupias son menos de 100 pesos, pero el hecho de ser timado tan descaradamente, no se a ustedes, pero me violenta bastante.
Hawa Mahal o palacio de los vientos.

Hawa Mahal o palacio de los vientos.

Y en cuanto a Jaipur, la verdad es que no tengo mucho más que decir; esta completamente viciado por el turismo, carece de esa atmósfera que hace especial a otros lugares de la india; para mí fue solo un lugar más en el camino. Esperaba algo más, pero lamento decir que sus edificios rosados y sus templos me causaron una mayor impresión a la hora de investigar sobre el lugar que cuando los tuve enfrente.

Continuara…

2 comments

  1. wale dice:

    monito monito, relajese y no pelee con los indios, para que amargarse por 100 pesos!. India hay que mirarlo con otros ojos, y con una tolerancia inmensa (te lo digo yo…jajaja). Disfrutalo porque es una experiencia unica y un shock cultural inmenso, que es lo que uno busca cuando hace este viaje. Que el sabor amargo de lo que te estafan por ser turista no nuble las maravillas q vas a ir viendo por Rajasthan que es precioso!!
    un abrazo y sigan disfrutando!!

    Tu fiel fan 🙂

    • Fer dice:

      Gracias Wale! Obviamente todo lo agraz no opaca lo maravilloso de este lugar, pero me resulta tragicómico y necesario comentarlo, quizás sirva para que otros lo tomen con más tranquilidad que uno que no lo esperaba 😀

      Gracias de nuevo por el apoyo, saludos!

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