Chengdu: tierra de ajíes y pandas.

Esta vez optamos por pagar un poco mas y viajar en «cama dura», un rectángulo de aproximadamente 1,85 mts de largo en el que te puedes ir acostado. Por suerte no fue tan incomodo como otras ocasiones, y 22 horas y 5 minutos después de haber dejado Lanzhou,ya estábamos en Chengdu; capital de la provincia de Sichuan, al Oeste de China.

Esta zona es conocida por su comida tradicional, donde diferentes condimentos se fusionan para lograr distintos sabores y picantes que al menos yo nunca había sentido en otros platos. Aparte de la aventura culinaria, en Chengdu existe un centro de conservación de osos Panda, que anualmente atrae a millones de chinos y a miles de extranjeros, quienes pueden observar mas de treinta de estos simpáticos animales.

Chengdu es una ciudad muy agradable. Es grande, pero en medidas perfectas; ruidosa pero a la vez tranquila, y su gente resulto ser muy acogedora, interesada en ayudarte si te ve en complicaciones o interesados en conocer algo de ti (quizás tenga que ver con la gran presencia del budismo tibetano en este lugar). Ademas, la ciudad cuenta con un sistema de metro con dos lineas, que la recorren de norte a sur, y de este a oeste, lo que sumado a lo simple del sistema de buses, hace que sea muy fácil moverse a través de ella.

Estatua de Mao que marca el punto central de la ciudad.

Luego del viaje en tren solo queríamos tomarnos las cosas con calma durante unos días, pues los últimos habían sido bastante duros. Buscando un lugar «liviano» es que decidimos visitar «El parque del pueblo», el cual tal como su nombre lo dice es un lugar de reunión de miles de personas, especialmente de adultos mayores, quienes diariamente inundan el parque realizando actividades tan diversas como tai-chi, karaoke, o baile flamenco y tango (aunque al ritmo de Robbie Williams, pero igual), por nombrar algunas.

Entrada al parque.

Caminar por este parque te abstrae completamente de los ruidos de la ciudad; es evidente el relajo que este pequeño espacio ofrece entre la inmensidad de la urbe. La gente juega cartas, domino, ajedrez chino, y los abuelos mas nostálgicos, vestidos con gastados uniformes comunistas, fuman y conversan seguramente sobre «tiempos mejores». Pequeños espectáculos musicales y humorísticos interrumpen en algunos lugares la calma, sin embargo el ruido se pierde en el enorme parque. En resumidas cuentas se trata de un lugar donde se realiza mucha vida al aire libre, mucho mas de lo que he visto en cualquier parque en mi País.

Bailes tradicionales en el parque.

seguimos caminando para encontrar nuestro propio lugar de relajo. Decidimos visitar una de las varias «casas de té» que existen en el parque. Una casa de té es básicamente un espacio acogedor, con sillas muy cómodas, rodeado de mucha naturaleza que otorga cierta calma al sitio, donde por ¥10 puedes disfrutar de uno de los varios tipos de té que tienen para ofrecerte(te dejan el termo para que puedas servirte cuantas veces quieras) , y ademas, la compra te da derecho a quedarte todo el tiempo que desees en tu mesa, ya sea para conversar, leer un libro, escribir una entrada para un blog, pagarle a un profesional para que te limpie la cera de los oídos (en serio!), o solamente observar el constante pasar de gente, todo sin mayores preocupaciones. Pasamos varias horas en este lugar, solo conversando y observando, era el relajo que necesitábamos.

Domino chino en la casa de té.

A unos 20 minutos a pie del parque se encuentra la turística calle Jinli, un lugar que muchos piensan que ha sido restaurado, pero que realmente tiene menos de una década de antigüedad, pues se trata de un lugar «retro», construido para emular como eran las antiguas calles de Chengdu, pero carente completamente de autenticidad (es posible encontrar hasta un Starbucks!).

Entrada a la calle Jinli.

De todas formas resulta entretenido caminar por las pequeñas calles, observando los edificios y artefactos que adornan el sector, pero ni piensen en comprar aquí algún recuerdo o ropa; el lugar entero esta diseñado para ser una atracción turística, por lo que incluso los precios de la comida resulta bastante mayor que en cualquier otro sitio de la ciudad.

Dentro de los siguientes días fuimos a visitar a los osos panda. Se estima que en la naturaleza quedan entre dos mil y tres mil pandas, lo cual hace de esta una experiencia que bien vale la pena. Lo mejor es visitar por la mañana, pues se puede ver como los pandas se alimentan, lo cual no te va a dejar indiferente, pues te va a sacar un «aww» o mas de una carcajada. Ademas de los osos, existe otra especie en el centro llamada «Panda rojo», y que sin duda cumple un papel de relleno en este lugar.

Panda durmiendo en el arbol despues de comer.

Lo mas curioso, es que mas que parecer un oso, es como una mezcla entre un mapache y una marmota; lo que me hace pensar que la traducción del nombre chino no es mas que una jugada con fines netamente comerciales (aunque quizás sí sean de la misma familia y yo no sea más que un amargado hablador). A aquellos que les gustan los animales, les resultara muy noble el esfuerzo que se esta poniendo en salvar a estas criaturas, por lo que si bien la entrada puede ser algo cara (¥90), es reconfortante saber que todo ese dinero se va en la mantención y conservación de los animales

Un «amapachado» panda rojo.

( solo como un dato rosa, los pandas ademas de escasos son mañosos, pues solo comen bambú que ha crecido en las alturas de las montañas, lo cual significa acarrear toda esa madera desde otros lugares, y ademas al día comen alrededor de 40 kgs, lo que finalmente arrojaba una cifra de aproximadamente 3000 USD al mes por animal).

Ya se empieza a sentir el desgaste mental y físico que implica entre otras cosas el moverse constantemente y el luchar con la barrera del idioma. El resto de los días nos dedicamos a reponer fuerzas, era necesario descansar sin estar pendiente de lo que se venia al día siguiente o de lo que había que hacer después; y como ya dijimos, Chengdu resulto ser el perfecto lugar para reponer energías.

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