Del turismo en Laos: ¿Que pasó con el tubing?

20130310-204829.jpgLa primera vez que escuche algo sobre Laos fue hace alrededor de dos años. Me encontraba en Kuala Lumpur, y un iraní en el hostal hablaba exaltado de lo que, según yo, era un lugar llamado Tubing. «Si vas a Tubing te dan polera gratis».-decía el pequeño hombre de unos treinta años, mientras movía las manos y trataba de darse a entender en inglés. A esas alturas no tenía la más mínima idea de que no estaba hablando de un pueblo, sino de lo que hasta hace poco era la atracción del país que más se visitaba; la razón principal por la que miles de (en su mayoría) jóvenes se desviaban hacia estas tierras.

Como ya mencionamos, el turismo explotó en Laos hace alrededor de una década. Sin embargo con excepción de Luang Prabang no habían lugares preparados ni experiencia alguna en el tema. Un amigo tuvo la suerte de visitar el país en el año 2006; contaba que en todo el país no habían más que dos cajeros automáticos, uno en la frontera con Tailandia al norte, y otro en la capital. También hablaba de lo ridículamente barato que era todo, de lo «autentico» del lugar; de que aún en muchos lugares no existían hostales, por lo que la opción era quedarse en la casa de alguna familia que estuviera dispuesta a recibirte. Contaba además, que una vez le dio cinco dólares a una señora por alojarlo un par de días en su casa, ante lo cual la mujer reaccionó como si se hubiera ganado el Loto. Por supuesto luego cuando le pregunte sobre el Tubing también le dedico unas palabras, sin embargo su descripción del lugar no era nada comparado con lo que más adelante pasó.

Bueno, volvamos a la reseña sobre Laos. Había que idear algo, y la solución más a la mano era mirar hacia el oeste: ahí estaba Tailandia con toda su parafernalia turística. Quizás a propósito, quizás solo buscando obtener mayor dinero, la cosa es que el epicentro de este experimento se localizó a unas cuatro horas al sur de Luang prabang; en un pueblito llamado Vang Vieng, donde comenzó a armarse toda una infraestructura dedicada a la fiesta y los excesos. El tubing era la estrella del lugar. Consistía básicamente en arrendar una cámara de rueda y lanzarse río abajo. Pero por supuesto, además de los hermosos paisajes del lugar, había que ponerle un plus: a lo largo del río comenzaron a aparecer decenas de bares, en los cuales dejabas tu cámara amarrada, disfrutabas un rato, y luego seguías río abajo hasta el siguiente bar en el que quisieras parar. La apuesta fue todo un éxito, los bares se multiplicaron por mas de una centena, no había mochilero en el sudeste asiático que no hubiera escuchado del lugar, y en todos lados veías al menos a un viajero luciendo la polera con el logo «in the tubing».

Cámaras bajando por el río.

Cámaras bajando por el río.

El problema fue que nunca se puso un límite. El tubing se volvía cada vez más excesivo, se comenzaron a ofrecer drogas abiertamente e incluso en algunos casos gratis por la compra de un «bucket». Las cámaras pasaron de 2 o 3 USD por día a 10 USD, y muchos de quienes las arrendaban también se encargaban de «robarlas» mientras estabas en los bares, para luego cobrarte la multa que el robo traía consigo. Para hacerlo más entretenido, se instalaron canopys, cuerdas y toboganes que terminaban con un gran chapuzón en el río, sin embargo resultó ser una mezcla mortal. No había ningún tipo de control, y muchos turistas se lanzaban por los aires sin siquiera saber la profundidad del río, el cual en ciertos lugares durante la estación seca llevaba tan poca agua que la cámara no podía flotar.

Bares en su apogeo.

Bares en su apogeo.

A mediados del 2012, un turista australiano murió tras quebrarse el cuello luego de caer en aguas muy bajas. Hay varias versiones de lo que pasó, pero según nos contaba un operador de turismo en Luang Prabang, el gobierno australiano al tanto de la situación ya que no era el primer nacional que perdía la vida en el lugar, decidió intervenir. Aquí es donde difieren las versiones, pues unos dicen que se reunió a todas las familias que operaban los bares, y se les ofreció una cuantiosa suma de dinero a cada una con tal de que los cerraran, mientras que otros dicen que Australia pagó y presionó al gobierno de Laos para que cerrara el Tubing. De cualquier forma deben haber sido bastantes ceros, pues sin mucho pensarlo se accedió a la petición, y así fue como los días de excesos en este lugar se terminaron, dejando a lo largo de su historia un saldo de más de 30 personas fallecidas, y otros cientos con lesiones y huesos quebrados.

El tubing aún sigue operando, aunque solo existen un par de bares clandestinos a lo largo del río, y la imagen no es nada comparado con lo que hace menos de un año ocurría. Cada vez que me cruzo con algún viajero que ha estado por ahí y le pregunto sobre el tubing la respuesta siempre era una cierta decepción, pues la mayoría iba en busca de aquella locura que decían que existía en ese pequeño pueblo entre las montañas. No puedo ser tan mojigato y no admitir que hubiera sido una buena experiencia visitar el lugar en sus años mozos, pero ahora se ha vuelto un paseo muy sobrevalorado y un tanto caro, y a riesgo de sonar un poco amargado, tenemos hartos ríos en nuestro país con un escenario tanto o más bello por el cual tirarse en un flotador.

El río durante la temporada de lluvias.

El río durante la temporada de lluvias.

Hoy en día Vang Vieng y también el resto del país sigue atrayendo a viajeros que buscan enfiestarse un rato, sin embargo la fórmula ha cambiado. Aunque por un lado ahora hay cajeros automáticos por todo el país, hay hostales, los precios han subido, y quizás se ha perdido un poco la «autenticidad», por el otro encontramos un país que ha dejado de enfocarse en ganar dinero fácil ofreciendo excesos a bajo costo; hoy vemos un país que se compromete con el eco turismo, responsable con su gran riqueza natural, y que año tras año crece como destino turístico. Bien por Laos y su gente.

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