La ciudad de los muertos.

20130126-230847.jpgTeníamos grandes expectativas de Varanasi, más que cualquier otra ciudad de India a decir verdad. La ciudad de Shiva, dios de la destrucción, uno de los lugares más santos y enigmáticos del hinduísmo, pues según la tradición, si mueres aquí rompes el ciclo de reencarnaciones y te vas directamente al cielo. El resultado de todo lo anterior es una ciudad llena de casas de reposo donde miles vienen a esperar su momento; de templos coloridos, cremaciones a toda hora en la rivera del Ganges, y personajes que para cualquier occidental sería imposible de imaginar en un escenario que no fuera este.

20130126-230739.jpgAl aproximarte hacia la ciudad vieja, las calles comienzan a hacerse cada vez mas pequeñas y congestionadas, a tal punto, que finalmente el ancho da con suerte para que entre una moto, una persona o una vaca, lo cual sumado a lo laberíntico de los pequeños pasajes y la oscuridad del atardecer, hizo inevitable el pedir ayuda, con tan mala suerte que fuimos directo a un personaje que nos comenzó a ofrecer hostales: era un comisionista, a quien rápidamente le hicimos saber que no queríamos nada con él; seguimos caminando por los pequeños y oscuros pasadizos, en los que aún se podía distinguir la silueta de ladrillos en el suelo, pozas de algún liquido mezclado con aceite, flores y bolsas de basura apiñadas; quizás lo estrecho de las calles y el tono grisáceo del atardecer de un día nublado hacían que todo se viera como una versión India de la clásica imagen hollywoodense de los callejones de Nueva York, excepto por que no había un alcantarillado humeante.

Ghats de la ciudad.

Ghats de la ciudad.

La mejor manera de ubicarse en la rivera del Ganges es según el ghat en el que esta situado lo que buscas. Por casualidad, resultó que el hostal elegido se encontraba en el Manikarnika Ghat: el principal crematorio de la ciudad, donde hace más de 5000 años se vienen realizando ininterrumpidamente los ritos funerarios de quienes mueren aquí. Decidimos comer en el restaurante del hostal, desde donde pudimos apreciar que la ciudad y el río se encontraban cubiertos por una espesa neblina que apenas nos permitía ver las cúpulas de los templos más cercanos y la silueta de algún bote pasando lentamente; a pesar del cansancio, la imagen solo logró aumentar mi curiosidad y el morbo por bajar a la rivera y ver de que se trataba todo. 20130126-230623.jpg
Eran las 10 PM y las luces de la calle se encontraban cortadas, bajar escalones a oscuras nunca ha sido algo fácil. Una luz al final del camino me indicaba que iba en dirección correcta, y al acercarme, la niebla comenzaba a revelar todo el movimiento de personas que a esa hora ocurría. No había caminado ni diez metros cuando frente a mi aparece una montaña gigante de troncos apilada a un costado de un edificio que parecía sacado de Narnia. » Verdad que la familia del muerto debe comprar la madera para la cremación, y claro, hay distintas calidades de madera, precios, y…».- estaba en eso cuando un cántico comenzó a sonar cada vez mas fuerte, venía de uno de los pasillos que daban al ghat. Una sombra comenzó a hacerse más visible, pero no podía distinguir lo que era…parecía una camioneta cargada, y los cánticos cada vez mas fuertes. Finalmente, a unos tres metros de mi, la figura se convirtió en seis personas cargando una camilla de bambú, sobre la cual descansaba el cuerpo sin vida de un hombre viejo cubierto de mantos naranjos y flores, me hice a un lado y siguieron su camino bajando por las escaleras que dan a los crematorios.
Edificios y templos apiñados en la rivera.

Edificios y templos apiñados en la rivera.

La verdad es que no reaccioné, me quedé en blanco mirando sin procesar aún lo que acababa de presenciar, hasta que hice contacto visual con un anciano, quien seguramente había visto la misma reacción varias veces, por lo que solo sonrió y me saludó, casi como diciendo entre líneas «sí, es real, estas en un lugar donde se viene a incinerar personas». Finalmente seguí caminando y tras dar vuelta en el edificio tuve frente a mí toda la dinámica del lugar:
una colina de tierra que daba al río, casi por completa cubierta de mantos naranjos, dorados y plateados; las camillas desechadas a un lado; perros buscando algun pedazo de carne quemada olvidada; vacas entre medio; seis piras funerarias ardiendo con tal fuerza que en el crematorio pareciese no haber neblina; y a dos metros mío un pequeño brasero del que un sacerdote sacaba una pequeña brasa para encender la séptima pira, preparada para el anciano que había visto pasar, y cuyo cadáver esperaba a un lado. Ese pequeño brasero era el fuego de Shiva, encendido supuestamente hace más de cinco mil años por el mismísimo dios, y que nunca se ha apagado desde entonces. Los Dom, pertenecientes a la casta más baja de la sociedad India son los encargados de trabajar en el crematorio, moviendo con grandes trozos de bambú los cuerpos a medio calcinar para que se quemen por completo, mientras que otros, semi sumergidos en el rio, rastrillaban con una especie de colador la pasta formada por agua con cenizas, en busca de joyas o tapaduras de oro que algún muerto pudo haber llevado consigo; recuerdo que fue uno de esos momentos en los que todo lo que pasa a tu alrededor pareciese ser parte de una película.
Manikarnika ghat de noche.

Manikarnika ghat de noche.


Los siguientes días que pasamos en Varanasi fueron de un constante caminar por los ghats y por los callejones. En la rivera se desarrolla toda la vida social, y por primera vez vimos una concentración grande de Sadhus, quienes habían hecho de la rivera su hogar, y donde siempre se les podía ver meditando, estudiando o haciendo yoga. Uno en particular fue muy simpático con nosotros y abierto a conversar, en una ocasión incluso nos invitó a comer, bromeaba con Chile diciendo que le gustaba mucho el Ají (el chiste mas repetido en inglés hacia nosotros los chilenos, pero que viniendo de tan particular personaje nos resultó igualmente gracioso). Seguíamos nuestro paseo por los Ghats, observando los edificios y templos apiñados unos encima de otros, cuando de repente se cruza frente a nosotros una especie de Sadhu, pero en esta ocasión iba desnudo, cubierto solo por cenizas y con un aspecto mucho más sombrío, como sacado de alguna película de terror, luego supimos que era un aghori. Mirábamos con atención al personaje cuando como por veinteava ocasión escuchamos a una voz decir «boat, sir?».- el paseo por excelencia en la ciudad, pero que decidimos dejar para el día siguiente, ya que a esa hora ya había comenzado el Ganga aarti, ceremonia hindú que se realiza todos los días en honor a Shiva y al Ganges, y queríamos verla desde el bote.
Sacerdote realizando los últimos preparativos para el ganga aarti.

Sacerdote realizando los últimos preparativos para el ganga aarti.

La ceremonia se realiza al atardecer, y a ella llegan miles de personas, tanto en el ghat donde se realiza como en botes que se acomodan como si fueran galerías de un teatro. Cuidado con los «peregrinos» que te prenden velas y te las dan para que las arrojen al río, luego te pedirán una donación que puede llegar incluso a 100 rupias. Durante la ceremonia los sacerdotes de Shiva realizan rituales y ofrendas al río, lo que resulta curioso pero dado que es extensa, después de un rato ya se vuelve algo habitual y el interés tiende a disminuir. Cuando la ceremonia había terminado y volvíamos en nuestro bote, logre sentir todo el poder que tiene este lugar:
La rivera contraria a la ciudad se encuentra practicamente desolada, y en ese momento la oscuridad la envolvía por completo; a mi izquierda los ghats, iluminados por una tenue luz naranja que venía de los viejos postes, peregrinos tomaban baños para purificar sus pecados, habían hombres y niños cantando plegarias alrededor de fogatas, las cúpulas de los templos eran solo siluetas, y en los dos extremos de la rivera se lograban ver con claridad las piras funerarias ardiendo, todo envuelto en una neblina mucho menos densa que el primer día, pero que le daba a todo aún mayor sentido; el río separaba el mundo de los vivos con el de los muertos, y la ciudad representa majestuosamente el lugar donde ambos se encuentran, donde Shiva hace sentir con mayor fuerza su presencia. Nuevamente todo pareció ser parte de una surreal película.
Una perfecta representación de la "frontera" del mundo de los vivos.

Una perfecta representación de la «frontera» del mundo de los vivos.


En la ciudad se realizan cortes programados de luz todos los días, y en ciertas ocasiones te puede llegar a encontrar mientras estas en medio de los callejones. En aquella situación lo mejor es dirigirse hacia los siempre iluminados y amplios ghats, pues perderse en los desordenados callejones es mucho más fácil de lo que uno piensa, y algunos ladrones, según nos decía la gente, han aprovechado esta situación para robar de manera bastante violenta a cualquier persona que pase frente a ellos en la penumbra, por lo que ante la dificultad es mejor buscar la rivera y moverse por ahí.
Luego de un mes en India ya las cosas había dejado de ser tan impresionantes, ya habíamos agarrado el ritmo que se requiere para moverse con seguridad en este enorme país, sin embargo en nuestro caso Varanasi nos impresionó más que cualquier otro lugar, aún cuando ya sabíamos un poco de que se trataba. Con los templos, fuertes y monumentos uno llega a un punto en el que comienza a sentirse familiarizado, comienza a encontrar muchas similitudes entre ellos y deja de ser algo tan llamativo. Esta era la ultima ciudad que visitaríamos, y estábamos más convencidos que nunca que este país no se trata de venir a ver lugares de interés turístico, por el contrario, se trata de sentir la atmósfera, de verse inmerso en una dinámica social completamente diferente, repugnante para algunos, interesante para otros, y también amada por muchos; acá finalmente todo se trataba de las sensaciones.20130126-230654.jpg
Ahora abordábamos nuestro último tren; 22 horas hasta Calcuta, donde solo pasaríamos medio día antes de dejar India. Varanasi ha sido sin duda una de las ciudad más impresionantes en las que habíamos estado, y debe ir de todas maneras en la ruta de cualquier persona que venga a India.
«Será raro no volver a ver vacas en la calle».- le decía a Palu, mientras Varanasi ya no era más que un reflejo en el cielo y un par de lejanos puntos anaranjados a través de la ventana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *